La persistente, irracional y fracasada apuesta de una industria herida de muerte.

Salvador López Arnal [1]. Revista El Ecologista nº 72.

Menos de un año después del accidente de Fukushima, la industria nuclear trata de volver por sus fueros con el manido discurso de la seguridad, rentabilidad o lucha contra el cambio climático. Unos argumentos que no soportan un mínimo contraste con la realidad.

Desde la catástrofe de Three Mile Island a finales de los años setenta, se ha comentado razonablemente que todo sistema complejo falla de forma compleja, e insospechada en ocasiones. La poderosísima aunque insensata industria nuclear no ha querido ni quiere tomar nota. El poder atómico militar acecha siempre vigilante en pie de guerra. Rectificar no es verbo de su diccionario.

Ni barata ni segura ni limpia ni pacífica. Perverso, falsario y simple lenguaje publicitario que casi nunca ha engañado a las poblaciones afectadas. Tras la hecatombe de Fukushima, ese Chernóbil a cámara lenta del que nos ha hablado el gran científico franco-barcelonés Eduard Rodríguez Farré (1), uno de los desastres más abisales de la era de la industrialización humana, el balance es aún más evidente para quien no quiera seguir ensayando la ceguera. Los errores humanos, las apuestas arriesgadas, años-luz alejadas de cualquier uso responsable del principio de precaución, las inevitables limitaciones de nuestros conocimientos y tecnologías y las estudiadas falsedades y ausencia de informaciones contrastadas a las que la industria nuclear nos tiene acostumbrados completan el panorama.

Un ejemplo entre mil posibles (2). Al día siguiente del terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011, los habitantes de la ciudad de Namie, en la costa de la prefectura de Fukushima, tardaron más de tres horas en recorrer en coche unos 30 kilómetros. Se trasladaban hacia el que pensaban –inducidos– era un lugar relativamente seguro, Tsushima, una aldea apartada. No sabían, no podían saberlo, que se encaminaban realmente hacia una niebla invisible de materia radioactiva que convirtió a esa aldea nipona en uno de los peores puntos de concentración de radiación de Japón, mucho peor que la ciudad que abandonaban. Fue una –no la única– de las negligencias gubernamentales y corporativas (Tepco en lugar destacado) que se cometieron durante aquellos días.

Suspenso generalizado

Tampoco la seguridad, esa promesa tantas veces repetida hasta convertirla en un mito atómico-industrial, ha pasado con nota los exámenes. El suspenso ha sido generalizado más bien (3). Las pruebas a las que fueron sometidas las centrales alemanas en mayo de 2011, un test organizado por las propias autoridades germanas, tuvo el resultado siguiente: 7 de las 17 centrales atómicas, más del 40%, no lograron superar las pruebas de resistencia (las plantas atómicas más antiguas fueron las que obtuvieron peores calificaciones). Cuatro centrales obtuvieron un cero de nota; no lograron puntuación positiva en ninguno de los exámenes propuestos. Ninguna de las plantas atómicas logró superar todas las pruebas de resistencia. El test contó, además, con el factor de un “ataque terrorista” o un accidente aéreo: no lograron superarlo ninguna de las centrales.

El ejecutivo alemán, un gobierno conservador decididamente pro-nuclear hasta fechas recientes, tomó una decisión de enorme importancia que prueba, por si fuera necesario, que aquella vieja y sabia consigna “Mejor activos hoy que mañana radiactivos” no sólo era un lema logrado sino que, además, era razonable y verdadero. El gobierno Merkel no sólo decidió la suspensión temporal del funcionamiento de algunos reactores nucleares sino que se ha comprometido a que Alemania, la cuarta economía del mundo, la denominada locomotora europea, abandonaría definitivamente la era nuclear a finales de esta década. A nadie se le escapa que la tenaz movilización y resistencia de los movimientos ecologistas alemanes han sido esenciales para que este gobierno conservador tomara una decisión de enormes consecuencias económicas, políticas, energéticas y culturales.

No sólo ha sido Alemania. También fue claro e importante el resultado del referéndum en Italia y algunas decisiones tomadas recientemente en Suiza y Bélgica apuntan felizmente en la misma dirección.

Por lo demás, el debate antinuclear se extiende a otros países. En Corea del Sur (4), una encuesta realizada en octubre de 2011 mostró que el 68% de la población se opone a la construcción de nuevos reactores, mostrando con ello la falta de apoyo ciudadano a las seis –¡seis!– nuevas ubicaciones nucleares propuestas por el Gobierno. En Europa, el apoyo ciudadano a lo nuclear sigue siendo muy minoritario; en España, es aún menor.

Ofensiva nuclear

Sin embargo, sostenella y no enmendalla, la ofensiva de la industria nuclear, después de tomarse un inevitable respiro tras el 11-M, no se ha detenido y apenas nueve meses después de Fukushima, conociendo bien la desolación por décadas a la que se ha visto condenado el territorio nipón y sabiendo que la situación en la planta está lejos de ser controlada, vuelve con fuerza, con más fuerza si cabe. El gobierno de Corea del Sur, por ejemplo, firmó en 2011 un nuevo pacto de exportación nuclear con los Emiratos Árabes Unidos y compite con Japón para conseguir pedidos de Finlandia. Mongolia (4), país rico en uranio, se ha convertido en un nudo importante del debate. Informes divulgados en mayo de 2011 señalaron que Japón y Estados Unidos planeaban construir allí una planta de eliminación de combustible nuclear usado. Ni que decir tiene que las potencias nucleares conciben al país mongol como un vertedero por sus laxas leyes en este ámbito.

Japón, con todo su historial de accidentes y apuestas irresponsables, planea impulsar las exportaciones nucleares mientras intenta aplacar a su población. ¿El motivo? El de siempre: “conseguir oportunidades de negocios e influencia diplomática en los países en desarrollo”, en palabras de Yuki Tanabe, del Centro de Japón para un Ambiente y una Sociedad Sostenibles. El Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes aprobó en diciembre de 2011 proyectos para permitir la exportación de instalaciones nucleares a Vietnam y Jordania, como parte de la cooperación bilateral con esos países. Con los pobres todo está permitido. La justificación del actual primer ministro japonés, Yoshihiko Noda, da risa por no escribir llanto incontenible: “necesitan desesperadamente la tecnología de alto nivel de Japón” (5). ¡Japón preocupado por las supuestas necesidades de las poblaciones de Vietnam y Jordania!

Existe un nudo científico que ha irrumpido en la discusión. William Broad, en The New York Times (6), ha recogido la inquietud que muestran científicos de la Sociedad Americana de Física ante las posibles consecuencias negativas que podría tener la reciente entrada en escena de un nuevo método para enriquecer uranio. Tras dos años de pruebas en una planta piloto, Global Laser Enrichment ha anunciado que ha logrado hacer operativo a gran escala un procedimiento buscado desde hace años por numerosos laboratorios: el enriquecimiento de uranio, con rentabilidad industrial, por sistema láser.

En España, tras el cambio de gobierno, aunque desde luego los pronucleares no estaban ausentes en el ejecutivo anterior, la situación ha adquirido tintes similares. Decisión definitiva sobre el emplazamiento del ATC (3), prórroga de Santa María de Garoña, alargamiento general de la vida de las centrales. Veremos probablemente cosas peores.

Ni tras Fukushima, ni tras una muestra tan evidente de lo irracional y arriesgado de la apuesta nuclear, “los descreadores de la tierra” (Sacristán) han detenido sus planes. Las poderosas empresas que copan la industria no están a dispuestas a dar ningún paso atrás. Como en tantas otras ocasiones, sólo una ciudadanía antinuclear en pie de resistencia, justicia y racionalidad puede detener sus planes. Saben que su apuesta fáustica es suicida, son conscientes que están heridos de muerte. Pero no quieren perder ni un átomo de su inmenso poder y no aceptan que su abultada cuenta de resultados no pueda crecer ilimitadamente. Están dispuestos a casi todo; el movimiento antinuclear también.

La creciente presión sobre Irán, temas con enormes aristas geopolíticas, es, entre otras cosas, una muestra más del aléfico cinismo de las potencias y clases sociales que dirigen y conducen el mundo… hacia la barbarie. De nuevo Rosa Luxemburg: “O socialismo ecológicamente responsable o barbarie”.

Notas y referencias

1 Eduard Rodríguez Farré, “Fukushima: un Chernóbil a cámara lenta”. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4030

2 “La caja negra de Fukushima”. The Economist (traducido para Rebelión: Ricardo García Pérez, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=143477)

3 Véase sobre este nudo, Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal, Ciencia en el ágora, Mataró (Barcelona), El Viejo Topo (en prensa).

4 Suvendrini Kakuchi, “Temor no frena exportaciones nucleares”. http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=99990

5 Hay acuerdos pendientes con otros varios países, entre ellos India, Bangladesh y Turquía, que abarcan la construcción de centrales nucleares, su operación y manejo por parte de empresas japonesas.

6 Rodolfo Petriz, La carrera por el enriquecimiento. http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/futuro/13-2651-2012-01-23.html

Notas

[1] Para Yayo Herrero, que cuidadosamente deposita leña en el necesario fuego de siempre