Tras cruzar el mar de Alborán camino de África en la migración postnupcial, los petirrojos y otros pajarillos migrantes quedan exhaustos y son presa fácil de los desalmados que aún los cazan con malas artes.

Hace unos días la guardia civil incautó más de cien “costillas” (trampas para pajarillos) en una finca de Gaucín, en Málaga. Las costillas son responsables de la muerte de cientos de aves migratorias en nuestra ciudad y al otro lado de la frontera. Especies como el alcaudón común casi ya no se ven, pues se las ha cazado sin piedad en plena época de cría y en los pasos migratorios, cuando estas aves son fácil presa por estar necesitadas de proteínas. El cebo suele ser una “alúa” u hormiga voladora. Ahora están empezando a llegar los petirrojos, algo de lo que muchos melillenses se habrán percatado, pues andan por todos los jardines y parques de la ciudad, y se les puede ver incluso en el momento en el que llegan por fin a la costa de Melilla después de cruzar el brazo de mar que nos separa de la península como auténticos héroes.

También en estos días suelen subirse a las embarcaciones que navegan por el mar de Alborán, para tomar un respiro. Muchos, después de tan tremendo esfuerzo, quedan tan exhaustos que se dejan coger con las manos, pues no les quedan fuerzas para huir. Como en su día les pasó a los alcaudones, los petirrojos tienen tal prisa por acaparar proteínas para recuperarse del esfuerzo y seguir viaje que se convierten en presa fácil de los desalmados. Por las autoridades sabemos que se está usando en la ciudad incluso pegamento para atraparlos.

Estas aves no pueden terminar la odisea de cruzar el estrecho para encontrar la muerte al otro lado, es una crueldad que no tiene ningún sentido. Hay leyes específicas que protegen a las aves migratorias a nivel mundial, pues sus desplazamientos las hace muy vulnerables en un mundo altamente invadido por nuestras infraestructuras.

Guelaya-Ecologistas en Acción pide a los melillenses que denuncien sin dudar cuando observen cualquier tipo de trampa o de actitud que pueda ser lesiva contra estas aves que están llegando a la ciudad para pasar el invierno, o para seguir su camino hacia el interior del continente africano. Los melillenses tenemos la suerte de que nuestra ciudad sea un lugar de paso de estas aves, pero también tenemos la responsabilidad de que el tiempo que permanezcan aquí suponga el mínimo riesgo para ellas.