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Charla en el Ateneo Riojano sobre el glifosato

El glifosato y la fábrica de la duda

El pasado 29 de junio de 2016, la Unión Europea renovó la autorización del herbicida más vendido en la Unión Europea y en el mundo, el glifosato con una producción estimada en el año 2014 de 825.000 toneladas. Si bien, de manera temporal y por un período máximo de dieciocho meses frente a los quince años pretendidos por la Comisión Europea.

Probablemente, estos datos carezcan de interés para la ciudadanía, sino fuera por el rotundo éxito comercial de este producto y por los daños a la salud y al medio ambiente derivados de su uso.

La evaluación de la peligrosidad de este herbicida es la cuestión fundamental para su renovación. Al extremo, que cualquier sustancia que se dictamine como cancerígena no puede, salvo circunstancias excepcionales, ser comercializada en Europa ya que en este caso, el principio de protección a la salud humana tiene primacía frente a las razones económicas.

El procedimiento de renovación del glifosato navegaba en las aguas revueltas de varios estudios científicos que lo vinculaban con diversas afecciones a la salud humana lejos de la pretendida inocuidad alegada por la industria de los plaguicidas, cuando en marzo de 2015 la Agencia para la Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó al glifosato como probablemente cancerígeno para las personas.

Desde ese momento, la fábrica de la duda comenzó a funcionar con la eficacia que ya ha demostrado en asuntos tan dispares como los riesgos del tabaco y la negación del cambio climático.

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (el organismo científico asesor sobre los riesgos relacionados con los alimentos) recibió el mandato de la Comisión de examinar el informe de la OMS y, en noviembre de 2015 concluyó que es improbable que el glifosato plantee un peligro carcinogénico para el ser humano. Inmediatamente, la industria de los plaguicidas aplaudió la decisión comentando que esto, era el triunfo de la verdadera ciencia.

Lejos de ser una cuestión de ciencia se trata de una victoria de cierto tipo de política que basa sus decisiones y sus omisiones en la fábrica de la duda. Pues la duda producida por la contradicción de los dos informes científicos y, sobre todo, la conclusión de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria posibilitaba y sigue haciéndolo, la renovación del glifosato por quince años.

La falta de asepsia y transparencia del informe de la Autoridad Europea, los conflictos de interés de una parte importante de sus miembros (las “puertas giratorias” también existen en los organismos científicos asesores), lo cuestionable de su dictamen basado en estudios realizados por la industria y no accesibles a su revisión por otros científicos al gozar del privilegio de la confidencialidad por razones comerciales, hacen que la decisión del legislador europeo de renovar el glifosato no sea el resultado lógico de una conclusión basada en la ciencia sino en una duda de origen político.